viernes, 10 de enero de 2014

Pies

Llegué agotado de caminar toda la tarde. Luego de entrar a mi habitación, me quité los zapatos y masajeé mis pies con los pulgares de ambas manos. El dolor en las plantas era insoportable y empecé a sospechar que algo andaba mal. Nunca he sido muy bueno para las caminatas largas y mucho menos cuando el sol se asoma de esta manera, pero el dolor esta vez no se parecía a ningún otro de los que he sentido antes.

Motivado por la duda, revisé dedo por dedo buscando la fuente exacta del dolor. Alguna vez leí que hay quienes dicen que los pies están compuestos por redes nerviosas muy complejas cuyas partes específicas reflejan el comportamiento de otros órganos del cuerpo. No creo en la reflexología, pero las situaciones difíciles nos llevan a traicionar nuestras ideas y ahí estaba yo, buscando en las falanges lo que parecía no tener explicación en ninguna otra zona.

Se me ocurrió que el dolor podría venir del interior de las uñas, así que levanté primero, como era de esperarse, la del dedo gordo. Dentro de mi dedo encontré un color verde sin punta, un poco golpeado por los lados pero casi completo. Lo saqué con cuidado y lo puse en la mesita de noche. Seguí levantando una por una las uñas, sacando un color de cada dedo. Uno azul en el de la mitad del pie derecho y uno morado pequeñito en el meñique del pie izquierdo. Cuando los junté todos, traje el sacapuntas (nunca digan tajalápiz, suena horrible) y les dejé la punta lista para dibujar. La basurita la guardé en una bolsa, donde junto viruta y otros residuos de madera con admirable cuidado, vaya uno a saber para qué. Finalmente volví a guardar los colores en cada dedo correspondiente y luego de poner las uñas en su posición, sentí como por arte de magia el dolor desaparecía en menos de un par de minutos. Me limpié el sudor y caí profundamente dormido.

Un par de horas después me levanté confundido. La experiencia del dolor de pies y los lápices parecía un mal sueño. Revisé mis pies y estaban ilesos, dedos, planta, tendones, incluso los huesos se sentían intactos. Caminé alrededor de mi cuarto, salté, bailé un poco y terminé aceptando que había tenido otro sueño de cosas completamente irreales, cada vez me pasa más a menudo: sueño con cosas que nunca diría, lenguajes que no existen y personas que no conozco. Es que no tenía sentido, yo nunca salgo a la calle sin antes sacarle punta a mis colores.

Juan
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