Texto publicado en el fanzine OLI # 3
Todo comenzó hace tres semanas. Como el viaje que voy a hacer en quince días lo va a pagar una entidad española, necesitaba que la factura del pasaje quedara con su nombre y dirección para que pudieran hacerme el respectivo giro. La secretaria de la agencia de viajes me llamó para decirme que no podía hacer la factura porque el menú desplegable en el programa de facturación no tenía como opción la ciudad solicitada. Entré en pánico. Sin embargo, mantuve la compostura y de la manera más diplomática posible, la convencí de que llamara a nosequién para que solicitara en nosedónde que incluyeran a Madrid en la lista de ciudades del dichoso menú desplegable. Claro, antes tuve que explicarle que no servía que la factura dijera Barcelona, si las oficinas de la entidad quedaban en Madrid. Le dije que era lo mismo que facturar a una empresa de Bogotá una cuenta con una dirección de Zapatoca. El ejemplo le molestó, pero los ánimos se calmaron cuando la llamé por su nombre en diminutivo.
Dos días después el tema se solucionó. Lograron incluir a Madrid en la lista del programa, en una acción que con seguridad requirió menos de 3 clicks y el tiempo que se gasta en escribir “M-a-d-r-i-d” en un teclado. Factura en mano, intenté dejar atrás la situación, ante lo que sigo sin tener éxito pues aún no dejo de pensar en el menú desplegable. Dos días para lograr que el programa de computador diseñado y realizado para facilitar el proceso de facturación, permitiera incluir una palabra en un menú desplegable. Dos días.
¿A diario cuántos procesos perderán su simpleza para convertirse en dependientes de menús desplegables? ¿Cuántas cosas que hoy parecen funcionar bien terminarán sistematizadas en programas con menús que no tienen a Madrid entre sus opciones? Como llevo tres semanas pensando en todo lo relacionado a los menús desplegables, he hecho varios de ejercicios mentales de los que les propongo realizar el siguiente: imaginarse la forma en la que la sistematización absurda de un proceso que actualmente es muy simple, podría verse afectada por un problema con un menú desplegable. Me imaginé entregando los papeles de propiedad de mi carro al dueño del parqueadero luego de que un problema con un menú desplegable no permitiera generar la factura y por ende, el carro pasara a ser de su propiedad. Me imaginé a una mesera disculpándose porque a pesar de que tienen todos los ingredientes, un problema en un menú desplegable no permite incluir anchoas a la factura y por ende, no pueden servirlas en mi pizza. Me imaginé una empresa de soluciones técnicas para menús desplegables, con ingenieros expertos en configurar menús desplegables para cualquier tipo de programa de computador. Sí, en esto se me van los días.
Juan
www.twitter.com/jmrey11
Todo comenzó hace tres semanas. Como el viaje que voy a hacer en quince días lo va a pagar una entidad española, necesitaba que la factura del pasaje quedara con su nombre y dirección para que pudieran hacerme el respectivo giro. La secretaria de la agencia de viajes me llamó para decirme que no podía hacer la factura porque el menú desplegable en el programa de facturación no tenía como opción la ciudad solicitada. Entré en pánico. Sin embargo, mantuve la compostura y de la manera más diplomática posible, la convencí de que llamara a nosequién para que solicitara en nosedónde que incluyeran a Madrid en la lista de ciudades del dichoso menú desplegable. Claro, antes tuve que explicarle que no servía que la factura dijera Barcelona, si las oficinas de la entidad quedaban en Madrid. Le dije que era lo mismo que facturar a una empresa de Bogotá una cuenta con una dirección de Zapatoca. El ejemplo le molestó, pero los ánimos se calmaron cuando la llamé por su nombre en diminutivo.
Dos días después el tema se solucionó. Lograron incluir a Madrid en la lista del programa, en una acción que con seguridad requirió menos de 3 clicks y el tiempo que se gasta en escribir “M-a-d-r-i-d” en un teclado. Factura en mano, intenté dejar atrás la situación, ante lo que sigo sin tener éxito pues aún no dejo de pensar en el menú desplegable. Dos días para lograr que el programa de computador diseñado y realizado para facilitar el proceso de facturación, permitiera incluir una palabra en un menú desplegable. Dos días.
¿A diario cuántos procesos perderán su simpleza para convertirse en dependientes de menús desplegables? ¿Cuántas cosas que hoy parecen funcionar bien terminarán sistematizadas en programas con menús que no tienen a Madrid entre sus opciones? Como llevo tres semanas pensando en todo lo relacionado a los menús desplegables, he hecho varios de ejercicios mentales de los que les propongo realizar el siguiente: imaginarse la forma en la que la sistematización absurda de un proceso que actualmente es muy simple, podría verse afectada por un problema con un menú desplegable. Me imaginé entregando los papeles de propiedad de mi carro al dueño del parqueadero luego de que un problema con un menú desplegable no permitiera generar la factura y por ende, el carro pasara a ser de su propiedad. Me imaginé a una mesera disculpándose porque a pesar de que tienen todos los ingredientes, un problema en un menú desplegable no permite incluir anchoas a la factura y por ende, no pueden servirlas en mi pizza. Me imaginé una empresa de soluciones técnicas para menús desplegables, con ingenieros expertos en configurar menús desplegables para cualquier tipo de programa de computador. Sí, en esto se me van los días.
Juan
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