Antenoche tuve una pesadilla. Soñé que por algún motivo
necesitaba sumar tres más ocho pero no lograba recordar el resultado. Como
necesitaba pronto la respuesta fui hasta mi escritorio, busqué mi Casio y luego
de sumar tres-más-ocho, observé el diez en la casilla del total. Aunque en el
sueño había olvidado cuando era tres más ocho y lo justo era creer en mi Casio
que nunca me ha fallado, sentí una extraña sensación al ver el uno y el cero
juntos, como si fuesen piezas de rompecabezas que no encajan. Lleno de
inseguridad en mi sueño, como casi siempre en la vida real, decidí verificar de
alguna forma que todo estuviese saliendo bien. -Si tres más ocho es diez -me
dije a mi mismo- entonces diez menos ocho debe ser tres. Me sentí satisfecho por
descubrir que aunque escaso de memoria, no lo era de análisis. Turno de nuevo
para mi Casio en la que escribí diez-menos-ocho y obtuve cinco. Me tomé un
tiempo para deducir que si ahora diez menos ocho era cinco, al menos cinco más
ocho debería ser diez. Volví a la calculadora y tras el cinco-más-ocho obtuve
siete.
No recuerdo cuanto tiempo estuve haciendo lo mismo, porque cuando tengo ansiedad pierdo la habilidad de estimar la duración de las cosas así como suelo perder la memoria en los sueños. Me desperté nervioso y con el corazón a doble ritmo. Luego de abrir los ojos, me costó un par de minutos asimilar de nuevo donde estaba, aunque casualmente el escenario de mi sueño había sido ese mismo cuarto. Finalmente, como una ráfaga, llegó a mi cabeza una explicación (esa maldita manía de tratar de explicar todo lo que me pasa) sobre el sueño, los número y mi Casio.
Entendí como leyendo un manual, que cada número era alguien que conocía y que los signos más no eran sumas, ni los menos restas ni mucho menos los iguales significaban resultados. Los signos eran formas de relacionar a estas personas y por eso, bajo los caprichos de la vida y el azar social, ninguna operación resultaba como esperaba. Por eso esto daba eso y de vuelta daba aquello. Por eso no era lo mismo sumar o restar. No me imagino a quién habría llegado si en vez de sumas hubiese multiplicado o dividido.
Luego del sueño, ese día todo salió bien. Me levanté pensando en doce y con la tranquilidad de que mi Casio luego de todos estos años sigue funcionando perfectamente. A mí me tocó ser el siete esta vez.
Juan
www.twitter.com/jmrey11
No recuerdo cuanto tiempo estuve haciendo lo mismo, porque cuando tengo ansiedad pierdo la habilidad de estimar la duración de las cosas así como suelo perder la memoria en los sueños. Me desperté nervioso y con el corazón a doble ritmo. Luego de abrir los ojos, me costó un par de minutos asimilar de nuevo donde estaba, aunque casualmente el escenario de mi sueño había sido ese mismo cuarto. Finalmente, como una ráfaga, llegó a mi cabeza una explicación (esa maldita manía de tratar de explicar todo lo que me pasa) sobre el sueño, los número y mi Casio.
Entendí como leyendo un manual, que cada número era alguien que conocía y que los signos más no eran sumas, ni los menos restas ni mucho menos los iguales significaban resultados. Los signos eran formas de relacionar a estas personas y por eso, bajo los caprichos de la vida y el azar social, ninguna operación resultaba como esperaba. Por eso esto daba eso y de vuelta daba aquello. Por eso no era lo mismo sumar o restar. No me imagino a quién habría llegado si en vez de sumas hubiese multiplicado o dividido.
Luego del sueño, ese día todo salió bien. Me levanté pensando en doce y con la tranquilidad de que mi Casio luego de todos estos años sigue funcionando perfectamente. A mí me tocó ser el siete esta vez.
Juan
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