miércoles, 2 de octubre de 2013

Cucarachas

De las cucarachas tengo claras dos cosas: primero, que ningún otro animal me produce una sensación de asco similar. Segundo, que es curioso que, habiendo tantas habilidades sorprendentes en el mundo natural, su capacidad  de supervivencia ante un holocausto nuclear tenga tanta fama. Lo del asco está más que justificado, pues las cucarachas son uno de los mayores transmisores de enfermedades por contaminación de alimentos. Sin embargo, en lo personal, es el macabro movimiento antena-pata el que despierta, desde lo más profundo de mí, los mayores niveles de repugnancia.

Ahora bien, el asunto de la supervivencia a las explosiones nucleares me causa mucha curiosidad porque a primera vista nos presenta una imagen de insecto indestructible y poderoso. Y como no pensarlo, si se ha comprobado que las cucarachas pueden resistir radiaciones ionizantes 12 veces superiores a las que los humanos toleramos. Sin embargo, la idea de grandeza e invulnerabilidad de las cucarachas puede desmentirse de un pisotón, en este caso, hablando literalmente. Es así como llegamos a las dos caras de un animal tan enigmático como repudiable. Por un lado la no despreciable habilidad de sobrevivir a una explosión nuclear y por el otro la fragilidad de morir aplastado fácilmente ante cualquier golpe de suela de zapato.

Fortaleza, fragilidad y repugnancia, características que llevan a una sola conclusión: no somos tan diferentes a las cucarachas. Sin embargo, hay algo que nos distingue diametralmente, a ellas les importa un bledo si las consideramos asquerosas o excepcionales mientras les dejemos residuos para picar en los rincones y la basura, mientras que nosotros somos cucarachas que vamos por la vida pretendiendo hacer creer que todos nuestros problemas son bombas atómicas cuando realmente tienen formas de zapato, otros de bota y algunos incluso de chancleta.

Juan
www.twitter.com/jmrey11

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