Decir "negro" en Colombia estaba bien hasta que a alguien se le ocurrió que "negro" era un término racista y despectivo, y desde entonces en Colombia se habla de "afrocolombiano" para referirse a los negros. De la misma forma, supongo yo, en unos años decir "blanco" también será racista y entonces hablaremos de "anglocolombianos", o "mestizo" será indignante y entonces hablaremos de "colombianos mixtos". Así en las discotecas no le dirán a un "afrocolombiano" que no puede entrar por ser "negro": le dirán que "la discoteca se reserva el derecho de admisión a los afrocolombianos". O a una "colombiana mixta" no le dirán que no le pueden dar el trabajo por parecer india: le dirán que la empresa requiere a una mujer "anglocolombiana" para ocupar esa vacante. De esta forma, de la noche a la mañana, nuestros problemas se van a acabar porque la mejor forma de resolverlos en Colombia, y en el mundo entero, comienza por cambiarles el nombre a las cosas.
En el afán de ser "políticamente correctos", y con el fin de acabar la discriminación comenzando por el idioma, todo el país se indignó cuando un diputado de la asamblea departamental en Antioquia se refirió a las inversiones en el Chocó como "echarle perfume a un bollo". De inmediato las voces moralistas dispararon: ¡racista! ¡discriminación! ¡troglodita!. Nadie se detuvo a pensar, en cambio, donde estaba el racismo. No es mi intención defender la moralidad de este personaje al cual no conozco y que seguramente se rajaría en mi examen personal de moralidad (mucha desconfianza me da ya saber que es político del partido liberal) pero ¿es verdaderamente racista este comentario? Para que esto suceda habría que partir de aceptar que chocoano y negro son la misma cosa: solo así discriminar al Chocó implicaría discriminar a la población "afrocolombiana". Sin embargo esto es falso: ser chocoano no implica ser "afrocolombiano" porque hay chocoanos que no cumplen con esta condición. La segunda posibilidad que cabe para considerar esta expresión racista consiste en asociar la palabra bollo con la población "afrocolombiana", y hace falta ser muy perverso y racista para tratar de desviar el sentido de una expresión popular ("políticamente incorrecta" en el argot moderno) hacia allá. El racista en realidad lo llevaríamos todos en la cabeza (porque nos permitimos asociar "bollo" con "negro"), solo que lo usamos a nuestra conveniencia para acusar a otro de racista.
El segundo caso es el de la "merienda de negros": un concejal de Bogotá, con el fin de solicitar orden en el recinto del (nada) honorable concejo, utilizó la expresión anteriormente citada con el fin de referirse al desorden imperante en la sala. De inmediato otros concejales, los medios y el público en general lo acusó de racista y discriminador. Nadie se preguntó entonces cual era el sentido real y no el sentido literal de la expresión, y si en realidad la intención del cabildante era atacar a la comunidad "afrocolombiana". Si esto fuera así, hablar de cualquier cosa de color negro puede convertirse en un halago o un insulto, dependiendo de la naturaleza misma de la cosa. Una joya negra sería un elogio mientras un bollo negro un comentario racista e inmoral. Pero como lo que importa es la forma y no el fondo entonces lo mejor es crear eufemismos para todo. Se construye la paradoja de lo innombrable: es tan innombrable que sin embargo tiene muchos nombres. Así a los negros no se les puede decir "negros": hay que decirles morenos, afros, personas de color, etc.
La descontextualización no es solo un problema nacional: en Estados Unidos Richard Mourdock, ex-senador republicano, de tendencia católica y conservadora (republicano al fin y al cabo) se opuso al aborto utilizando la siguiente frase que copio a continuación:
"I believe that life begins at conception. The only exception I have to have an abortion is in that case of the life of the mother. I just struggled with it myself for a long time but I came to realize life is that gift from God that I think even if life begins in that horrible situation of rape, that it is something that God intended to happen."
Creo que la vida empieza en la concepción. La única excepción que considero válida para justificar un aborto es en el caso en que la vida de la madre corre peligro. He luchado sobre esta idea conmigo mismo durante un largo tiempo y he llegado a la conclusión de que la vida es ese regalo de Dios que, pienso yo, incluso si surge a partir de la horrible situación de una violación, esto es algo que Dios quiso que sucediera". (Traducción hecha por el autor de esta entrada).
Los medios de comunicación en cambio quisieron dar la impresión que lo dicho era "si a una mujer la violan es porque Dios así lo quiso" cuando lo que realmente intentaba expresar (o por lo menos así lo veo yo) es que si a una mujer la violan y esta queda embarazada, este último hecho, el embarazo, se da porque Dios así lo quiso. Lo primero implica que un acto moralmente reprochable es visto con buenos ojos por un ser que representa el bien absoluto; lo segundo implica que un embarazo, que por si mismo no es algo moralmente malo, sea visto con buenos ojos por el ser bueno. Nuevamente aclaro que mi intención no es defender las cualidades morales de este personaje (menos si es del Tea-Party) ni que tampoco crea que las cosas pasan porque Dios quiere (ni siquiera en que hay un Dios mismo), pero no me parece correcto acusar a este señor de decir algo que no dijo. Descontextualizado completamente, los medios de comunicación se quedaron con la parte mas jugosa (un político hablando como un ser de la edad media) y ni siquiera se dieron cuenta de que este tipo, para ser católico y miembro del Tea-Party, es mas progresista que muchos de sus compañeros y acepta el aborto para un caso en el que muchos ni siquiera se atreven a pensarlo.
Todo esto sucede en un mundo donde la forma es mas importante que el fondo. Nadie se detiene a pensar en las verdaderas condiciones de los habitantes de Chocó, o de las comunidades "afrocolombianas". En cambio basta con que alguien mencione la palabra "negro" para que le caiga el cielo encima. Lo que importa es el sentido literal y no la intención verdadera. Incluso llegan los medios de comunicación al punto de pescar palabras y construir frases con significados completamente distintos con el fin de darle una nueva forma a un fondo definido. Pasa lo mismo que en los espectáculos: lo importante no es que estén bien sino que se vean bonitos. La obligación de cada persona como consumidor de medios consiste en hacer un análisis bajo los hechos y no los relatos de lo sucedido. Cada persona tiene la obligación de digerir y masticar mejor la gran tormenta de información. Esta conclusión es un lugar común, y muchos otros ya la han sugerido antes de mi. Pero antes de querer alcanzar la corrección política es mucho mas importante el trasfondo y el contexto que las palabras mismas. Y de estas últimas que sean lo que son, sin bondad o sin maldad: símbolos.
Jose P